miércoles, 14 de julio de 2010

No te estoy proponiendo nada (Carta abierta)

M.
Escribir (darte) esta carta es una aproximación a la distancia.
Algo, una sustancia opositiva de nosotros sobrevive en mí,
o acaso en mi memoria.
Y llamo memoria a toda muerte del amor.
¿Qué cercanía prevalece?
¿Qué exacto yo se oculta detrás de tu figura?
Tu cuerpo, depositario de todos mis excedentes, mis esclavitudes.
(Cierta facultad de herir por la herida misma).
Todo lo que vuelco en vos, todo signo de vos vuelve a mí destrozado.
Y roto y puto el corazón: ¿Quién de los dos es el preso?
¿Es el abandono una forma del amor? Digo, si el amor como un terror.
Quise yo. Quise siempre. Pero, el odio.
El odio como una catástrofe del olvido.
Acaso odiándote una estructura mía me impide atacarte:
así como atarte y darte en los exactos
o besarte y que nada nos sobreviva.
¿Quién es el preso?

¿Quién, por disposición de un fantasma, promueve el luto interminable?
¿Qué es lo intratable, lo innombrable del amor?

¿Cuándo dejarás de dolerme?

En esa instancia en que mi boca dice M, yo muero
y peor que muero: sufro. No siempre. Pero sufro.
Y recuero bailar junto a vos “esa canción francesa”
y tu bombacha siempre fija en el cajón.
La verde con puntillas, puntos, ligaduras.
¿Qué duración, qué eternidad nos liga? ¿Por qué el amor?
Y sí, todo amor promueve tajos y víctimas.
Pies fríos. Territorios de la cama que no me atrevo a ocupar.
Y tu bombacha siempre fija.

Esta carta como un arduo atardecer.
No por casualidad es domingo y llueve y hace lejos.
Lejos de mí.
Por si acaso lloro. Y pienso en los hombres que te tocan, que te tocarán.
Hombres que te desabrochan el corpiño con destreza.

La versión que propongo es la de verte a través de un vidrio.
O que mi corazón se desplome, viciado.

NO PUEDO SALIR DE ACÁ.