martes, 22 de julio de 2008

Circe



Solo contra la tierra
este sudor de instintos ha deshecho mi rostro de pájaro confuso
extraviado en los restaurantes de los tejados bajo la mañana
sin oficio
convertido de pronto en la bestia inocente que ronca entre las
flores
una mano de adiós
un golpe de olas en el alma

Disfrazado de playas y ciudades que pasan
las promesas se olvidan como en sueños
como un reverbero de moscas en tales países sin escrúpulos
ni socorro
en las eternas fogatas del tiempo
entre las plagas de la inconstancia
mientars se coagula al sol un vino de archipiélagos
-oh carne sobrenatural con tu incomprensible gemido celeste
torturado y salvajemente vivo en las venas-
ahora que revisto la piel del cerdo fosforescente
el olfato del camino
su relámpago de mujeres dormidas exhalando el perfume
penetrante de la tristeza
de plumas de sexo barridas por el viento
Pero te recobro
oscuro corazón de prisionero y de desafío
ciego corazón humano
con el hechizod e la corriente
vacilaciones éxtasis y terrores
y el musgo de abismo que brilla entre dos bocas que se besan
para ser nuevamente sólo un hombre sin más amparo que tu
furia
sin otro cielo que tu aliento
como una blasfemia deslumbrante como un lazo demente
tendido a los más puros vampiros de la tierra.

Enrique Molina

viernes, 18 de julio de 2008

No decía palabras



No decía palabras,
acercaba tan sólo un cuerpo interrogante
porque ignoraba que el deseo es una pregunta
cuya respuesta no existe,
una hoja cuya rama no existe,
un mundo cuyo cielo no existe.

La angustia se abre paso entre los huesos,
remonta por las venas
hasta abrirse en la piel,
surtidores de sueño
hechos carne en interrogación vuelta a las nubes.

Un roce al paso,
una mirada fugaz entre las sombras,
bastan para que el cuerpo se abra en dos,
ávido de recibir en sí mismo
otro cuerpo que sueñe;
mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,
iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.

Aunque sólo sea una esperanza,
porque el deseo es una pregunta cuya respuesta nadie sabe.


Luis cernuda

miércoles, 16 de julio de 2008

La incredulidad de Santo Tomás

Resurrezione di Lazzaro Messina (Michelangelo Merisi de Caravaggio)



Michelangelo Merisi da Caravaggio (Milán, 29 de septiembre de 1571 - Porto Ercole, 18 de julio de 1610), fue un pintor italiano activo en Roma, Nápoles, Malta y Sicilia, entre los años de 1593 y 1610. Es considerado como el primer gran exponente de la pintura barroca.
En lugar de buscar bellas figuras etéreas para representar los actos y personajes de la Biblia, Caravaggio prefería escoger a sus modelos de entre el pueblo: prostitutas, chicos de la calle o mendigos posaron a menudo para los personajes de su cuadros. Para La Flagelación, compuso una coreografía de cuerpos en claroscuro con un Cristo en movimiento de total abandono y de una belleza carismática. Para el San Juan Bautista con el carnero, muestra a un jovenzuelo de mirada provocativa y en posición lasciva –se decía que el modelo era uno de sus amantes.[3]

La posición de la Iglesia al respecto da testimonio de cierta esquizofrenia: por una parte, este tipo de vulgarización de la religión le interesa mucho en una época en la que la contrarreforma se extiende por la Italia católica, con el fin de mostrarse bajo una apariencia humana en contraste con la austeridad pregonada por el protestantismo: por otra parte, la representación de los santos bajo rasgos vulgares de golfos salidos de los bajos fondos fue juzgado incompatible con los valores de puridad y de santidad quasiaristocráticos que vehiculaba la Iglesia de la época.[4]

Este sentimiento se reforzó por la elección de Caravaggio de preocuparse enormemente por el realismo en la ejecución de sus figuras: rechazaba corregir las imperfecciones de sus modelos para representarlos más «bellos» o de un modo más acorde a las visiones que la Iglesia tiene de sus santos. Por ejemplo, la primera versión de su San Mateo y el ángel fue rechazada no sólo por la sensualidad del ángel, que fue juzgada como trivial, sino también por la suciedad de los pies del santo, minuciosamente reproducida del modelo.[5]

La pintura de Caravaggio que causaría el mayor escándalo a los ojos de la Iglesia fue La muerte de la Virgen, por la representación tan realista del cuerpo de la Virgen María con el vientre hinchado -acompañado de sulfurosos rumores según los cuales el modelo habría sido el cadáver de una prostituta encinta ahogada en el Tïber. Así, la consideración de la Iglesia católica hacia Caravaggio y sus cuadros oscilará de un extremo a otro de su carrera entre el acogimiento entusiasta y el rechazo absoluto. El pintor encontrará en ella sus mayores protectores –como el cardenal Del Monte- así como a sus más grandes enemigos.[6]
En 1606 asesinó a un hombre durante una reyerta, por lo que huyó de Roma pues las autoridades habían puesto precio a su cabeza. En 1608 se vio nuevamente envuelto en otra riña, lo que se repitió más tarde en Nápoles hacia 1609, ocasionado posiblemente por un atentado en su contra, realizado por sus enemigos. Tras estos incidentes, su carrera fue decayendo, lo que le ocasionó una depresión que degeneró en su muerte dos años más tarde.[7]